lunes, 21 de febrero de 2011

Cinco obstáculos para la meditación.

El primer obstáculo es el apego, es decir, el deseo de placeres sensoriales, de todo aquello que es satisfactorio para la vista, el oído, el tacto,... o el pensamiento (no olvidemos que éste es el sexto sentido). En sí mismo no hay nada malo en esta tendencia de nuestra naturaleza, nacemos marcados con esos deseos. El problema es que, si aspiramos a sacudirnos de todo lo que resulta instintivo, si buscamos perfeccionar nuestra naturaleza de "hombres", tenemos que derrotar el apego. De sobra comprobamos que la perfección no reside en el apego, pues esto nos conduce siempre a la insatifacción y posteriormente a una nueva búsqueda que llevará a un nuevo apego y así en un círculo que reproduce la rueda del Samsara... Este círculo mantiene nuestra energía atada y no nos permite "ver claramente" la esencia de nuestra vida. Interfiere, engaña y oscurece la lucidez de nuestras mentes. El "Tao Te King" afirma: "El secreto solo se revela ante aquellos ojos que no se hallan empañados poe el apego"
El segundo obstáculo es lo contrario del apego, la aversión. La diferencia con el anterior reside en que es más fácil localizarlo, es más patente, porque el rechazo nos produce incomodidad y dolor. La mente teñida de este estado negativo se cierra a todo lo bueno y acaba tiñendo de negatividad todos los ámbitos de nuestra vida. Y no importa que el objeto de nuestro odio o aversión esté o no presente o incluso que no haya sucedido todavía... El odio se extiende al pasado, al presente y al futuro, cerrando el corazón a todo y a todos. Conviene considerar como parte de la aversión, no solo este gran monstruo llamado odio, sino otros hermanos menores que no por menores resultan menos dañinos: el miedo (al fin y al cabo es 'odio a algo o alguien'. El miedo más intenso es la fobia), el aburrimiento y los prejuicios, que no son más que rechazos hacia algún aspecto de nuestra experiencia. Así pues, si nuestra mente está llena de rechazo, si nos apartamos de la experiencia ¿cómo podremos, entonces, prestar atención o explorar el momento presente con un espíritu de búsqueda de la claridad?
El tercer obstáculo es el sopor, la pereza. Debemos incluir aquí también, la indolencia, la confusión, la opacidad mental, la falta de vitalidad, la somnolencia o el adormecimiento. Cuando estas energías nos asaltan, acaban convirtiéndose en un obstáculo para la meditación.
Lo contrario, la inquietud, es el cuarto obstáculo. La inquietud implica agitación, nerviosismo, ansiedad, preocupación. En definitiva, un mal muy extendido en nuestro tiempo y que nombramos como 'estrés'. Cuando la mente está obsesionada con un pensamiento o cuando salta de una a otra preocupación, nuestra concentración se disipa y resulta imposible la práctica meditativa.
Por último, el quinto obstáculo es la duda. Tal vez sea el más difícil de vencer. ¿Y qué hacer cuando la duda nos asalta y perdemos la confianza? Si esto ocurre, todo está perdido. La duda ataca por todos los frentes y hay que estar siempre prevenido. La 'atención plena' se hace necesaria para defender la confianza en nosotros mismos, en nuestros maestros y en la propia enseñanza. En nuestra tradición occidental (y católica...) usamos una expresión que explica en sentido postivo la necesidad de vencer este obstáculo: "La fe mueve montañas". La única diferencia con respecto al dharma es que esa "fe" se refiere a creer en lo que no se ve; y la enseñanza del Buda se dirige más bien a 'reconocer' - ver claramente - aquello que tenemos delante de nuestros ojos y que constituye nuestra experiencia vital. No es tanto 'fe' como 'confianza'.

Notas tomadas libremente del libro
"Vipassana. El camino para la meditación interior",
de Goldstein, Joseph y Kornfield, Jack.
Edit. Kairós. Barcelona, 2007