domingo, 25 de julio de 2010

Cuarto precepto: el principio de veracidad.


Forma positiva: con comunicación de veracidad purifico mi hablar (purifico mi discurso).

Forma negativa: Me comprometo con el Principio del entrenamiento a refrenarme del falso hablar.

La importancia del hablar.
La manera en que hablamos moldea el mundo en que vivimos. Nuestro hablar tiene un fuerte efecto en nosotros y en las demás personas. Es claro que necesitamos una guía ética acerca de nuestro hablar. [...] El hablar con veracidad no es una práctica básica, “para principiantes”. Como veremos, esta es una práctica difícil que confronta nuestro usual acercamiento egoísta a la vida.

El Principio de veracidad.
Podemos definir la veracidad como un respeto valiente por la realidad, aun cuando conocer y enfrentar la verdad vaya en contra de lo que constatamos ser nuestras metas centradas sólo en nosotros mismos, o cuando pudiera causar displacer. La práctica de este Precepto trata del desarrollo de cualidades sinceras así como de integridad. Esto significa enfrentar la manera de decir la verdad aun y cuando esto vaya en contra de lo que nuestro ego desea, restándole importancia a nuestra tendencia a dar prioridad a nuestros deseos centrados en nuestra persona por sobre la realidad.

Los alcances de un hablar verídico.
Al pedirnos adoptar un hablar verídico como parte de nuestro entrenamiento espiritual, este Precepto va más allá de lo que comúnmente llamaríamos mentir. Es evidente que la mentira está incluida, pero también nos pide hacer de nuestro hablar un reflejo verdadero de la realidad, evitando las distorsiones unipersonales que nuestros deseos centrados en nuestro ego producen. Esto incluiría, por ejemplo, el no exagerar- alardear, darnos una importancia desmesurada o dar la impresión de ser autosuficientes o agresivos, o hacer que otros luzcan peor de lo que son; no iniciar situaciones que nos colocarían en un lugar privilegiado ante los demás o otorgarnos la razón o el obtener lo que queremos; no buscar excusas para evitar culpas, sino el hacernos cargo de nuestras propias responsabilidades; presentar los dos puntos de vista en un conflicto y no sólo el propio punto de vista, así como evitar todas las omisiones y falsos énfasis que dan una imagen falsa de aquello que haya ocurrido mientras se permanece del lado conveniente de la mentira. El Precepto nos pide directamente que seamos abiertos y valientemente verídicos en nuestra práctica espiritual y no apegarnos a la letra muerta de cualquier regla literal.

Los peligros de la veracidad.
Distorsionar la verdad en nuestro hablar trae como consecuencia:
a) lastimarnos a nosotros directamente, pues nos alejamos de los demás, de nuestra la comunidad. Nos lastimamos a nosotros mismos también porque dificultamos el ser más veraces con nosotros mismos – vernos como realmente somos- lo que le resta valor a toda nuestra práctica espiritual en su conjunto, a la integridad y al sentido de completud, separándonos de lo mejor de nosotros mismos y alienándonos de nuestra naturaleza Búdica.
b) nos separa de los demás. No podemos estar en comunicación con los demás si no decimos la verdad. Una de las metas importantes de la ética es ayudarnos a comportarnos de maneras que reflejen e incrementen nuestro sentido de conectividad con los demás. Al separarnos de la comunicación real, el falso hablar aumenta nuestro propio sentimiento de sufrimiento y engaño en tanto ego separado, tenso y endurecido, separado de los demás y en conflicto con el resto del mundo.
c) nos separa del la comunidad espiritual. Necesitamos ser parte de una comunidad espiritual de personas que compartan una aspiración espiritual y que apoyen entre sí su práctica. Necesitamos amistades con quienes podamos ser honestos y abiertos, sin miedo a decir algo que pudiera ser usado en nuestra contra. Esta clase de comunidad espiritual puede tan sólo existir cuando las personas confían unas en las otras, y la confianza es sólo posible cuando las personas hablan la verdad. Mentir y distorsionar las cosas crea desconfianza.

Las ventajas de practicar la veracidad.
La veracidad es una práctica demandante. Muy a menudo mantenemos una especie de conferencia de prensa con nuestro propio pensamiento a través de nuestra hablar constante, tratando de editar la realidad para hacernos lucir del modo en que queremos ser vistos. Frecuentemente ni siquiera nos damos cuenta que estamos haciendo esto - en realidad creemos en nuestras distorsiones y podemos reaccionar con agresividad si nuestras distorsiones son puestas en duda -. Comenzar a cambiar estos patrones de comportamiento es una práctica difícil pero poderosamente transformativa. Nos vuelve conscientes de nuestras motivaciones inconscientes, mejora nuestras relaciones con los otros, reduce los niveles de ansiedad y produce un mejoramiento general en nuestra práctica ética, lo cual es reflejado en un mejoramiento general de nuestros estados mentales.

Desarrollo de la conciencia.
Para practicar el hablar verídico necesitamos estar conscientes de nuestro hablar. Tenemos que tener en mente que esto puede ser una empresa difícil – cuando estamos interactuando con otros, implicando todas las emociones y reacciones que esta práctica produce. Normalmente no somos muy concientes de nuestro hablar o de las diferentes voliciones que lo acompañan. Así que la mayor parte del tiempo nuestra deshonestidad se resbala por nuestros labios, aparentando ser algo accidental, y no es hasta que ha pasado cierto tiempo que podemos empezar a creer en nuestras propias distorsiones. Pero si conscientemente decidimos decir la verdad, entonces tendremos que observarnos y preguntarnos, conforme hablamos: “¿es esto verdad?”.

Los Ocho Vientos del Mundo.
La mayoría del tiempo distorsionamos la verdad para obtener lo que queremos de una forma u otra. Una manera útil de encuadrar la manera en que hacemos esto son “Los Ocho Vientos del Mundo”. Estos son cuatro pares de elementos negativos y positivos que tienden a gobernar nuestras respuestas egocéntricas ante el mundo. Constantemente intentamos obtener lo positivo de cada par, tanto nos sea posible, evitando así lo negativo. Los Ocho Vientos del Mundo son:

Ganancia (de dinero y posesiones) en contra de una pérdida.
Aprecio o aceptación en lugar de culpa.
Placer en lugar de displacer
Fama o estatus en contra de pérdida de fama o estatus.

Los vientos del Mundo son la medida del ego, lo que determina si se está ganando o perdiendo en el juego de la vida. Normalmente distorsionamos la verdad al servicio de ganar en uno u otro de estos juegos. Queremos ganar dinero o bienes y evitamos perderlos.

Menos ansiedad.
El practicar el hablar con veracidad usualmente nos ayudará a sentirnos más tranquilos y menos tímidos y ansiosos con los demás. Cuando distorsionamos la verdad para crear una imagen irreal de nosotros , tememos que los demás puedan ver a través de la máscara que hemos creado sobre nosotros y pudiendo así ver a la persona que tratamos de ocultar. Esto puede causar un sentimiento de timidez y una ansiedad subyacente en nuestras relaciones con los demás. Ser más abiertos y directos para con los demás nos permite acabar con esta ansiedad. Encontramos que si nos revelamos más como realmente somos, los demás no nos responderán con rechazo- de hecho, nos aceptarán y les agradaremos mucho más todavía.

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