Después de todo, todo ha sido nada,
a pesar de que un día lo fue todo.
Después de nada, o después de todo
supe que todo no era más que nada.
Grito «¡Todo!», y el eco dice «¡Nada!».
Grito «¡Nada!», y el eco dice «¡Todo!».
Ahora sé que la nada lo era todo,
y todo era ceniza de la nada.
No queda nada de lo que fue nada.
(Era ilusión lo que creía todo
y que, en definitiva, era la nada.)
Qué más da que la nada fuera nada
si más nada será, después de todo,
después de tanto todo para nada.
José Hierro (1922-2002)
¿Vacuidad?... Tras la primera lectura, tal vez tengamos la tentación de identificar este soneto con el concepto de vacuidad. No solo en la expresión literaria de las antítesis, los oxímoron y las paradojas, sino en la esencia de su mensaje el poeta identifica la vida con la nada, con el vacío... Pero, ¿es esto la "vacuidad" del Zen?
Rotundamente no.
La vacuidad del Zen tiene una finalidad que no es en absoluto el "para nada", negativista y terrible, de José Hierro, sino esperanzador y auténtico, pues pretende la comprensión correcta y el pensamiento correcto con los que poder alcanzar la liberación del sufrimiento, de la mano también de los otros seis preceptos del Noble Óctuple Sendero enseñados por el Buda. Por otra parte, el propio concepto de vacuidad del budismo no hace referencia a la "nada", sino al vacío en el sentido de ausencia o eliminación de todo lo que es ilusorio, engaño o apariencia del ego, que enturbia la mente e impide su liberación (Iluminación). Con la vacuidad queremos limpiar el agua del estanque (mente) para tener la visión clara de su fondo.
El mensaje nihilista de José Hierro, con toda la admiración que nos merece su poesía cargada de compromiso social (y por ende humano), va a contracorriente de la visión clara, que nos dice que no estamos hechos solo de materia, sino también (y principalmente) de energía, que desconoce la nada, porque la energía ni se crea ni se destruye... Es también contrario al pensamiento correcto, que nos dice que el pensamiento es una fuerza poderosa, capaz de transformar la realidad y la vida del hombre. Y no valen los engaños de las palabras: el que quiera ser feliz, será feliz; el que quiera ser un doliente, será un doliente. El pensamiento correcto es el que nos encamina, tomado de la mano de la vacuidad, hacia nuestra verdadera naturaleza.