Bajo la aparente incoherencia de ese título se esconde una verdad profunda: el budismo no cree en ningún dios, sino en el Hombre. El Budha nos enseñó que los miedos y la ignorancia atávicos solo pueden ser derrotados con el recto conocimiento y recto pensamiento, por medio de la meditación. Este trabajo de "limpieza" interior (esfuerzo, concentración y atención plena) nos permitirá descubrir nuestra verdadera naturaleza, que no reside en ningún origen ni destino divino, sino en nosotros mismos, en nuestra preciosa existencia como hombres, formando parte de un Universo sin principio ni fin, eternamente impermanente, porque, como la ciencia ha dicho, la energía ni se crea ni se destruye. Encontrar el sentido de la existencia humana pasa por esta toma de conciencia. Y, acto seguido, admitir con humildad que nuestros actos (no solo los físicos, sino también los mentales), nuestras palabras y nuestros medios (y modos) de vida establecen poderosas relaciones causa-efecto, un karma que hará posible la armonía de cada hombre consigo mismo, con sus semejantes, con su mundo más inmediato y en definitiva con el Universo, al que pertenece.
"Y cuando entres al Zendo y cruces la puerta, no creas que estás entrando al Zendo, no sabes lo que es este cuarto. Y cuando camines, no sólo hagas una meta el llegar a tu asiento, no estés pensando "voy a mi asiento". Tal vez nunca logres ir tan lejos, realmente no lo sabes..." (Zoketsu Norman Fischer)