martes, 12 de diciembre de 2017

Donde habite el olvido

Ya hemos dicho en otras ocasiones que tenemos nuestros místicos zen. He aquí un ejemplo más, en este poema, poderoso de fondo y forma, de Luis Cernuda. Resulta conmovedor que estos versos terminen casi con las mismas palabras que el sutra supremo del Zen, Maka Hanya Haramita Singyo (sutra del Corazón o de la Sabiduría), compuesto por el místico Najaryuna entre el siglo I y II de nuestra Era.
Donde habite el olvido, 
en los vastos jardines sin aurora; 
donde yo sólo sea 
memoria de una piedra sepultada entre ortigas 
sobre la cual el viento escapa a sus insomnios. 

Donde mi nombre deje 
al cuerpo que designa en brazos de los siglos, 
donde el deseo no exista. 

En esa región donde el amor, ángel terrible, 
no esconda como acero 
en mi pecho su ala, 
sonriendo lleno de gracia aérea mientras crece el tormento. 

Allá donde termine este afán que exige un dueño a imagen suya, 
sometiendo a otra vida su vida, 
sin más horizonte que otros ojos frente a frente. 

Donde penas y dichas no sean más que nombres, 
cielo y tierra nativos en tomo de un recuerdo; 
donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo, 
disuelto en niebla, ausencia, 
ausencia leve como carne de niño. 
Allá., allá lejos; 

donde habite el olvido.  

 "Donde habite el olvido", 
del libro "Los placeres prohibidos" (1931)


Luis Cernuda (Sevilla, 1902- México, 1963)